Las olimpiadas y María Antonieta

4 meses ago
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Los Juegos Olímpicos de París 2024 han estado envueltos en una serie de polémicas que son naturales a la era que estamos viviendo y en este espacio particularmente quisiera hacer referencia a la imagen de María Antonieta sosteniendo su cabeza decapitada en las tullerías (donde estuvo presa) durante la inauguración de estos juegos.

En su momento, acusadores y defensores se enfrentaron contundente y apasionadamente, este tono fue culpa de los acusadores, ya que como describe Stefan Zweig “para golpear a la realeza, la revolución tenía que atacar a la reina y en la reina a la mujer”, por tanto, resulta paradójico que el Gobierno de la Francia que abandera causas feministas, haya optado por mostrar a su última Reina de esa manera y no, por ejemplo, a su marido el Rey Luis lvi que murió igual que ella, pues lo que buscaban era presumir el legado de su Revolución cimbrado sobre charcos de sangre.

María Antonieta, “la viuda Capeto”, “la reina mártir”, no es ni la gran santa ni la prostituta, era una mujer normal, ni especialmente lista ni tonta, la mujer promedio de ayer, hoy y mañana, con la única diferencia del destino que tuvo que enfrentar. Caprichosa como sólo la historia sabe ser, María Antonieta llegó a Francia siendo aún adolescente y representó un símbolo de paz, el fin de las luchas entre Habsburgo y Borbones. Frívola sí, pero más apasionante que el gris de su esposo Luis lvi.

De hecho, les fue más difícil matar a María Antonieta que al propio Rey cuando este fue guillotinado, pues la mantuvieron prisionera y pasó todo tipo de peripecias. Mientras la Asamblea se encargaba de denostarla y acusarla de todo cuanto justificara su inevitable ejecución, los reclamos ya no eran contra la realeza, sino contra la mujer y la madre. Por ejemplo, en una ocasión los revolucionarios entraron a la casa de una amiga de la Corte de María Antonieta, María Teresa de Saboya, a quién mataron, mutilaron, pusieron su cabeza en un pico y la llevaron a la prisión de María Antonieta para gritarle que besara la cabeza inerte de su “puta”, para posteriormente arrastrar su cuerpo por las calles de París.

Durante su juicio sumario en 1793 frente al Tribunal Revolucionario, jamás pudieron quebrarla ni hacerla titubear cuando de asuntos de Estado y Gobierno se trataba, inclusive afirmó que ella sólo aconsejaba al Rey cuando le increparon ser ella quien le decía qué hacer. Tras ese fracaso se trató de acabar no con la Reina, sino con la mujer señalándola de prostituta y finalmente a la madre, a quien además de separarla largo tiempo de su hijo pequeño de 9 años, lo adoctrinaron y le enseñaron a odiar a su madre, al grado que durante el juicio lo llevaron a declarar que su madre había cometido incesto con él. Ese fue el momento en que María Antonieta realmente murió y su alma rompió.

Esto no sólo no representó la paz, sino que su muerte fue el inicio de una era de terror con decapitaciones en plazas públicas todos los días. Francia paso de Monarquía a Terror, República, Imperio, Monarquía, Imperio y fue hasta 1871, tras quedar prisionero Napoleón III, que el gobierno provisional decidió realizar un plebiscito para que los franceses decidieran qué forma de gobierno querían tener. La mayoría votó a favor de la restauración de la Monarquía, sin embargo, el ejército puso una condición que era conservar la bandera tricolor, quien seguía en la línea sucesoria era el Conde de Chambord, nieto de Carlos X (último Rey Borbón), quién se negaba a reinar bajo la bandera, símbolo y significado de todo cuanto había asesinado a prácticamente toda su ascendencia y en cambio se restableciera la flor de lis que enarbolaron Enrique IV, Francisco I y Juana de Arco. Fue así como se optó por la República que hoy conocemos, el plato de segunda mesa que, dicho sea de paso, “inspiró” a otros países de occidente.

Hoy, en pleno 2024, ese modelo de Estado está claramente caducándose y se obliga a abrir capítulos de la historia para revisarse en su justa dimensión y retratar así a María Antonieta durante la inauguración de las olimpiadas, lo cual desnuda las contradicciones francesas que a su vez son las contradicciones de muchas naciones que siguen su ejemplo.

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